
— Cuéntenos un poco sobre usted: ¿cómo llegó al sector inmobiliario y qué le atrajo de él?
— La primera vez que vine a la Costa del Sol fue en 2001, desde San Petersburgo. Era solo un viaje de vacaciones, pero cambió mi vida. Me enamoré de esta región a primera vista. Primero trabajé en el sector turístico, luego monté mi propio negocio. Pero cuando nacieron mis hijos, me costaba mantener el ritmo de antes y necesitaba un horario más flexible. El mundo inmobiliario me ofrecía esa posibilidad: puedo organizar mi jornada a mi manera. Hoy en día prefiero trabajar dentro de un equipo: para mí es más tranquilo y cómodo que ser propietaria de un negocio.
— ¿Cómo describiría su trabajo a alguien que nunca ha tenido contacto con el sector?
— Como cualquier trabajo relacionado con las ventas, requiere un amor sincero por las personas y una gran dosis de paciencia. Las operaciones rara vez se cierran rápido. Es fundamental acompañar al cliente con atención y respeto en cada etapa del proceso.
— ¿Cuál es el valor principal que un agente inmobiliario aporta a un cliente, especialmente al comprar o vender?
— Le pondré un ejemplo real. Durante un tiempo ayudé a un cliente británico a alquilar su villa. El último inquilino vivió allí tres años y, lamentablemente, la casa quedó en bastante mal estado. Cuando el propietario vino para la salida del inquilino, la vimos juntos y le propuse venderla. Empezamos con una pequeña reforma estética: quitamos los muebles viejos, renovamos un poco el interior. Luego él volvió a Londres y yo puse el inmueble en venta.
Había cierto interés, pero ninguna oferta seria, hasta que, tres meses después, apareció una señora a quien le encantó la casa, aunque el precio estaba fuera de su presupuesto. La convencí de visitarla igualmente. Después de la visita, ella y su marido se enamoraron del lugar e hicieron una oferta —claro, por debajo del precio inicial—. Convencí al propietario para que aceptara, y los compradores consiguieron financiación.
Pero los retos no acabaron ahí. Surgieron cuestiones legales que ayudé a resolver con mis propios contactos. Al final, la operación se cerró, y lo curioso es que el propietario ni siquiera vino a firmar (fue justo antes de Navidad), ¡así que todo se hizo a través de su abogado!
Un resultado así no sería posible sin un agente. Para quien compra o vende en España, el acompañamiento profesional no es un lujo — es una necesidad.
— ¿Con qué dificultades se encuentran las personas que deciden prescindir de un agente?
— No es tanto cuestión de errores, sino de tiempo y energía desperdiciados. Vender una propiedad implica decenas de llamadas, trámites, visitas, negociaciones. No siempre el propietario y el comprador pueden llegar a un acuerdo por sí solos: hace falta una tercera persona, profesional e imparcial.
— ¿Cómo construye relaciones con sus clientes? ¿Tiene principios que sigue siempre?
— Para mí lo importante no es solo cerrar la operación, sino establecer una relación de confianza y a largo plazo. Muchos de mis clientes se convierten en amigos —a algunos los conozco desde hace más de diez años—. Es la parte más bonita del trabajo.
— ¿Cómo ha cambiado el mercado inmobiliario en los últimos años? ¿Qué deben tener en cuenta hoy compradores y vendedores?
— Cada vez hay más propietarios que viven en el extranjero y vienen a España muy poco. Al mismo tiempo, aumenta el número de compradores que quieren mudarse aquí. Ambos perfiles necesitan el apoyo de un agente con experiencia —no tienen la posibilidad de seguir de cerca los cambios legales ni de analizar el mercado por su cuenta.
— ¿Cómo se determina el valor de una propiedad al ponerla a la venta? ¿Qué factores influyen más?
— Actualmente utilizamos tecnología moderna, incluso inteligencia artificial. Tiene en cuenta el precio por metro cuadrado en la zona, el historial de ventas, el estado de la vivienda, entre otros factores. Pero el precio final es siempre un equilibrio entre las expectativas del propietario y lo que puede asumir el comprador. Aquí el agente actúa como mediador fundamental.
— ¿Qué aconsejaría a quienes están empezando a pensar en comprar o vender?
— El factor más importante es la ubicación. La Costa del Sol es compacta, pero muy diversa: cada zona tiene su reputación, su infraestructura, su ambiente. Hay que tenerlo todo en cuenta: desde la cercanía a colegios hasta los vecinos.
Recuerdo un caso: un cliente compró un piso porque su madre, que se desplazaba en silla de ruedas, hizo amistad con una señora en la misma situación que vivía en ese edificio. Toda la urbanización estaba adaptada para personas con movilidad reducida. A veces, esos detalles son los que marcan la diferencia.
— ¿Tiene alguna especialización? ¿Con qué tipo de inmuebles trabaja normalmente?
— Para mí no importa tanto el tipo de propiedad o su ubicación. Yo trabajo con personas. Si hay entendimiento y comodidad mutua, la operación saldrá bien.
— Y por último: ¿qué es lo más valioso de su trabajo para usted?
— Amo sinceramente la Costa del Sol, amo a las personas y las soluciones que encontramos juntos. Y, siendo honesta, la parte económica también es importante —un buen trabajo debe ser justamente recompensado.
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